15 de octubre de 2012

Escenario

Se encontraba en una habitación oscura. No podía ver nada y su instinto le movió a escapar, a salir de allí. Avanzó tembloroso, hasta toparse con una pared. Debía ser una pared. Palpó la superficie y avanzó guiado por el plano de la pared hasta llegar a un quiebro. A lo lejos pudo ver una luz. Un pequeño rayo que se adentraba en la estancia dividiendo la oscuridad en dos sombras difusas. Más allá sólo había más oscuridad. Se guió por la luz y llegó a un largo corredor. Allí la iluminación era algo mayor. Avanzó con cautela.
A lo lejos se oía un murmullo. Parecía una tranquila conversación entre dos personas.
En su cabeza resonaba el eco de su propia mente. ¿Qué lugar era este? ¿Quién estaba allí? ¿Habrían detectado su presencia?¿Cómo saldría de allí? ¿Debía salir?
Aceleró el paso y llegó a lo que parecía el final de una escalera. Desde allí pudo observar todo el lugar.
Se encontraba en una gran sala con escaleras en las paredes y varias puertas, ventanas y arcos que daban paso, probablemente, a otras galerías y estancias.
A sus pies la luz era más intensa, así que decidió bajar las escaleras.
Estuvo descendiendo largo rato hasta percatarse de que no llegaba a ningún lugar, es más, la luz había desaparecido y se encontraba de nuevo entre sombras. Decidió volver.Más arriba había visto una galería con otras escaleras. Tomó ese desvío.
Subió pesadamente cada escalón hasta llegar de nuevo a aquella gran sala. Ahora se encontraba en el extremo opuesto. Desde allí pudo ver el origen de la luz que le había motivado a emprender el descenso. Se trataba de un arco que daba paso a lo que parecía ser un jardín. Allí le pareció ver una mesa y dos personas de pie. No parecía que se hubiesen percatado de su presencia.
Alguien se acercaba desde un lateral de la sala. Tomó un pasillo y se ocultó tras una puerta. Estaba a salvo, oculto. Junto a él más escaleras. Decidió bajar de nuevo. Tal vez condujesen al exterior. Esta vez bajó corriendo entre las sombras.
Encontró otra fuente de luz, otro pasillo. Y tras ella, la misma cámara de antes, la misma estancia. Desde allí pudo reconocer el acceso al jardín. Pero esta vez se encontraba en otro lado, esta vez estaba más arriba que antes. ¿Cómo era posible si había descendido todo el rato? Miró hacia arriba. Dónde podría haber un techo liso, vio más peldaños. ¿Acaso no había gravedad allí? ¿Estaba subiendo y bajando al mismo tiempo? ¿Estaba corriendo en círculos? ¿Estaban jugando con su mente? Nada tenía sentido en aquel lugar. Se sentó a meditar. El jardín sería su meta. Debía escapar, pues estaba atrapado.

“Relatividad”, 1953, M. C. Escher.

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